24 de septiembre de 2011

Capítulo 20: Un buen regalo.

- Sí, sí y sí.
- ¡Que no tía, tengo que estudiar para el Lunes! ¡No me sé nada! Voy a estar todo el finde empollando, nada de salir. - Me decía Araceli.
- Y una mierda, que te lo crees y todo. - Y reí. - No vas a quedarte encerrada en casa el fin de semana de tu cumpleaños. Esta tarde vamos a ir al centro, y lo vamos a celebrar.
- Que no, ¡que no puedo!
- Sí, si puedes. Es más, vamos a ir a ésa tienda que tanto te gusta.
- ¿Cuál?
- Ésa llena de vestidos de noche relucientes, brillantes, y preciosos. Y te vas a probar el más bonito y caro de todos.
- ¿Para qué? Si nunca será mío... Además, dudo que me quedara bien.
- Pues no lo dudes tanto, porque vas a parecer una gran princesa con sus casi dieciséis añitos.
- ¡Dios! No me lo recuerdes, no quiero crecer. Es un asco, lo odio. Odio crecer, quiero ser Peter Pan.
- No deberías odiar crecer. Cuando uno crece va madurando, y descubre lo bonita que es la vida, y te enamoras, y todo es precioso. - Eso había sonado muy, muy cursi.
- Ya, como tú ya has encontrado a tu príncipe, pues es muy fácil decirlo. Pero, ¿y si yo no lo encuentro? Y si sólo me topo con ranas, y no con príncipes azules.
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja! Dios, eres tan optimista. - No pude evitar reírme, y ella al otro lado del teléfono, tampoco.
- Ya... Siempre lo he sido, desde pequeñita.
- Bueno, el din del microondas ya ha sonado, lo que significa que mi plato de macarrones con queso está listo; por una vez no como ensalada.
- ¡Dios! ¡Ja, ja, ja, ja, ja! Vale, pues nos vemos el Lunes, entonces.
- ¡Y una mierda! Te vas a poner guapa y voy a pasar a por ti a las 16:30 y nos vamos a ir al centro, y punto en boca.
- ¡Que no!
- Que sí. Me voy que se me enfrían los macarrones. Paso a por ti a ésa hora, ni se te ocurra dejarme tirada. Adiós, te quiero "amorsito lindo". - Y colgué sin dejarla responder, así, sabía que no me fallaría.
Y así, rodeada de silencio absoluto, saqué mi comida del microondas y me dirigí a la mesa con un vaso de agua en la otra mano. Aunque poco duró el silencio, porque puse la música en el portátil tan alta, que hasta Araceli podría oírla en su casa, que vive a la otra punta del pueblo. Me encantaba poner la música alta cuando estaba sóla en casa, y bailar y bailar, por todos los rincones.
Ya había acabado de comer, y recogido la mesa, los macarrones me habían salido realmente buenos. Y ya eran las 16:00 cuando acabé de recoger la cocina, y hablar con un par de personas en Tuenti, así que tocaba arreglarse.
Los vaqueros ceñidos, y mis nike, a juego con mi chaqueta de adidas, de colorines. Debajo, una básica, rosa palo. Realmente, una combinación perfecta. Como siempre, la raya, no muy marcada; y mi colonia, esta vez, la de nenuco. Sí... la de nenuco; ya sé que es para bebés, pero me encanta.
Y salí de mi casa, con mi BlackBerry negra en el bolsillo, y mi bolso. Acababa de llover, y había salido el sol, pero aún podía sentir el olor a humedad, que tanto me encanta. Y así, respirando el otoño, fui a por Araceli.
- ¡Sube! Que aún me falta un poco. - Y abrió la puerta.
- ¡Hola Giselle! - Su madre me recibió en la puerta, ya que Araceli parecía estar en el baño. - Como te imaginarás, Araceli está maquillándose, y cambiándose en el baño, enseguida termina, puedes ir a su cuarto mientras, si quieres.
- ¡Vale!
- ¿Quieres agua? ¿Algo para picar?
- No, no, acabo de comer, gracias.
- Está bien, pues si necesitas algo, estoy en el salón.
- Vale, todo bien. - Y sonreí.
La madre de Araceli me caía realmente bien, era muy generosa, y siempre que podía hacer algo por sus hijos, o los amigos de estos, lo hacía. Por eso siempre me estaba ofreciendo cosas cuando iba a su casa. Tanto a mi como a Alba, Sandra, etc.
- ¡Toc, toc! - Imité el ruido de un golpe a la puerta del baño.
- ¡Ya salgo! Un momentito.
- Vale, vale.
Y salió por la puerta de aquel pequeño baño, más bien enano. Era el baño que Araceli consideraba suyo, ya que estaba justo enfrente de su cuarto, y estaba más bien repleto de sus cosas.
- ¡Vaya! ¡Que sudadera más chula! Es nueva, seguro. Algo tan bonito, yo no lo olvido.
- ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Verdad que es bonita? Sí, es nueva. Es un pequeño adelanto de mi cumpleaños.-Y rió pícaramente, las dos reímos. La sudadera era realmente bonita, de Al Capone. Rosa de fondo, con unas letras negras que escribían: London & England. Y la bandera de Inglaterra en medio. Buen regalo, para empezar.
- Sí, muy bonita. ¿Ya estás? ¿Nos vamos?
- Sí, voy a despedirme y nos vamos. - Yo la esperé en la entrada, pudiendo oír como se despedía de sus padres en el salón, y viendo algunos marcos con fotos que tenía en el recibidor. También pude ver como la madre de Araceli la acompañaba a la puerta, para despedirnos a ambas.
- ¡Que os divirtáis! ¡Y tener cuidadito! - Y sonríe.
- ¡Sí, mamá! ¡Adiós!
- ¡Hasta luego! - Dije yo.
Bajamos las escaleras hasta llegar al patio. Era una pena que no nos hubiéramos cruzado con el vecino de Araceli, hubiera sido un buen regalo de cumpleaños sin duda. Era monísimo. Abajo ya nos esperaban Sandra, Alba, Alba, y Esther, ansiosas por probarse vestidos para la fiesta. Aunque Araceli eso... no lo sabía.

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