18 de septiembre de 2011

Capítulo 9: El primero en mi lista.

- Biiip... Biiip... ¿Diga?
- Papá, escucha, que no me hagáis comida que no voy a comer en casa.
- ¿Y dónde vas a comer?
- Me ha invitado la madre de  Araceli, a comer allí, ¿no te importa, no? - Mentí.
- ¡Ahh! Está bien, en cuanto termines de comer te quiero ver aquí, que tienes que cuidar de tu hermana.
- ¡Hecho! ¡Hasta luego!
- Adiós.
Creo que en mucho tiempo, no había estado tan ilusionada por una cosa. Tampoco tan intrigada por otra. ¿Qué querría decirme Dani con el mensaje? Bueno, no debo hacerme demasiadas ilusiones... Pero, ¿y si lo supiera? ¿Y si sospecha algo? No, no puede sospechar nada. Ahora estoy con Álex, y es algo que llevo esperando meses. Estoy demasiado feliz como para estropearlo ahora, por una simple obsesión, Dani es un amigo, nada más. ¿Un amigo? No, no puedo mentirme a mi misma. Puede que ahora, en este momento, cuando está lejos de mi, como otros muchos momentos. En esos instantes es un amigo, un muy buen amigo. Pero cuando lo veo, cuando lo tengo enfrente, a centímetros de distancia; cuando miro sus ojos, sus preciosos ojos castaños... Y cuando veo su metálica sonrisa, pero a la vez tan perfecta, que tanto me encanta... me pierdo. Y en esos segundos, cuando estoy con él, una sensación me invade. Invade mi pensamiento, y mis razonamientos de días anteriores, y mis rayadas, se van a la mierda. Porque un escalofrío recorre todo mi cuerpo cuando estoy cerca de él, y entonces vuelve a ser el primero en mi lista... No puedo engañarme... Siempre va a ser el primero.
¡Din, don!
- ¡Ah, hola Gis! ¿Cómo has pasado? Pasa, pasa.
- La puerta... estaba abierta.
 La entrada de ese piso era pequeña, pintada de verde pistacho y marrón, dos paredes de cada. No tenía ningún mueble aún, solo una "mesa" improvisada, con cajas de cartón y una sábana por encima, que sostenía las llaves un monedero y un paquete de tabaco.
- ¿Tu madre fuma? - Tonta, tonta, tonta. ¿Qué más te da que su madre fume? No pienses en voz alta.
- Bueno... hasta hace 2 días no... Ahora, se ve que sí...
- Ah... No pasa nada, mi madre también fuma. - Solté una pequeña carcajada para calmar el ambiente, y el rió conmigo. Me encanta hacerle reír.
- La mesa aún no está puesta, ni la comida lista, espero que no te importe. Mi madre no está, y no he tenido mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. - Era sorprendente que un chico de su edad supiera cocinar tan bien como él lo hacía - Si quieres, puedes poner la mesa mientras yo acabo el arroz... Claro, si quieres. Si no puedes ver...
- Tranquilo, pondré la mesa con mucho gusto. - Le interrumpí con una gran sonrisa.
- ¡Perfecto! Los cubierto están aquí y los platos, aquí.
- ¡Perfecto, también!
Puse la mesa en un par de minutos, lo que tardó en escucharse el: ¡Din! del microondas. Lo que señalaba que el tomate frito estaba listo, todo estaba listo. Y lo vi acercarse con la comida hacia el salón.
- Y bueno... ¿Qué tal tu primer día en esta "maravillosa" ciudad?
- ¡Genial! Bueno, ya sabes... Al ser un sitio pequeño, al principio algunas radiografías de la gente, y alguna que otra cara rara de: ¿Y este quién es? Pero estoy acostumbrado... Supongo. ¡Ja, ja, ja, ja! - Los dos reímos nuevamente.
- Tienes... Tienes tomate, en el bigote. - Y una nueva carcajada inundó aquel gran espacio.
Estaba ansiosa porque sacara el tema del sms, pero no lo hacía. Y yo no podía hacerlo, puesto que quedaría de impaciente, cotilla, y de muchas más cosas, no muy buenas.
- Ah... Se me olvidaba, Gis. El mensaje...


¡Continuará! Suscribiros en el blog, ¡y dejar algún comentario si os apetece! ¡Gracias por seguir mi historia!

2 comentarios: