1 de octubre de 2011

Capítulo 23: Princesa por un día.

- ¡Esa es mi Ara! Además, ¿cómo ibas a quedarte sin fiesta? ¿Y sin regalo? Obviamente, ni en tus peores sueños. - Y le guiñé el ojo.
- Pero ese vestido costaba... ¡Buff! Prefiero no recordarlo... Costaba un pastón... Y lo habéis pagado, para mi...
- Porque te lo mereces, y te queremos. - Y le sonrío.
- Sois las mejores. - Y me devolvió la sonrisa junto a un pequeño abrazo.
- Bueno, ¿dispuesta a convertirte en una princesa?
- ¡Dispuestísima!
Entonces nos dirigimos hacia el cuarto de baño, el de mis padres, que era enorme y perfectamente podría pasar por un vestuario. Araceli decidió plancharse el pelo, ya que lo tiene bastante largo, y le quedaba genial liso. Así que nos pusimos manos a la obra, y en unos minutos su pelo estaba precioso.
- Ojalá estuviera siempre así. - Decía mirándose el pelo por todos lados, y dándose vueltas continuamente para ver como le quedaba por atrás en el espejo. Araceli era muy maniática con su pelo, y odiaba tenerlo encrespado, enredado o simplemente que se le rizaran las puntas, lo odiaba. Y por desgracia, eso le pasaba mucho, así que siempre intentaba alisárselo, aunque fuera un poco; y en las ocasiones que no podía, se tiraba horas y horas diciendo que odiaba su pelo.
- Sí, te queda realmente bien. ¿Seguimos con el maquillaje?
- ¡Obvio!
Se sentó en un pequeño taburete que cogimos de la cocina, cerró los ojos y, mirando hacia arriba, confió en mi pequeño arte para el maquillaje, esperando que la dejara estupenda. Decidí no maquillarla mucho, sólo un poquito de base, sombra, rimmel, la raya, y algo de pintalabios. La sombra quedó estupendamente, plateada, le sentaba genial con su color de piel; y con las pestañas tan largas que tiene, más el rimmel, sus ojos quedaban realmente resaltados, a pesar de ser unos ojos bastante normales. A ella le gustaban los tonos oscuros de pintalabios, así elegí un rojo oscuro, más bien marrón, pero no se los pinté mucho, ya que no es lo que más le gusta.
- Y... ¡tachán! - Dije mientras le ofrecía mi espejito de mano.
- ¡Ala! ¡Que guay! ¡Me encanta la sombra! ¡Y el pintalabios! - Estaba realmente entusiasmada, se notaba que le gustaba lo que veía en aquel espejillo; su sonrisa lo reflejaba. - ¡Eres una artista!
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Que va! Es que tengo una buena modelo. - Le guiñé el ojo, y me respondió con una sonrisa preciosa.-Que te parece si nos ponemos ya los vestidos, ya sabes, así podremos hacer alguna foto antes de irnos.
- ¡Sí, sí, sí, sí, sí!
- Vale, ve al salón, que estaremos más cómodas, y ahora voy. - Le faltó tiempo para salir brincado rápidamente hacia mi comedor. Mientras, yo fui a por su vestido.
- Toma, tú vístete aquí. Yo voy a vestirme a mi cuarto. Si necesitas ayuda con la cremallera o cualquier cosa, me avisas. - Y fui a mi cuarto dispuesta a vestirme.
Guapa, realmente guapa. Me encantaba mi vestido, y me veía realmente preciosa con él; sin ser una creída, pero por una vez, me veía como una princesa. Aunque si de princesas se trata, cuando entré al salón pude ver la mejor de todas, al menos, aquella noche. Araceli estaba realmente preciosa con aquel vestido rosa, era uno de los vestidos más bonitos que había visto en mucho tiempo. Parecía sacado de un cuento, y le quedaba muy bien.
- ¡Preciosísima! ¡Estás genial! ¡Genial, genial! - Dije con una sonrisa de oreja a oreja, mientras entraba al comedor con mi cámara.
- ¿De verdad? ¡Tú también estás muy guapa con tu vestido azul! - Decía mientras daba vueltas y vueltas, de un lado para el otro, para que su vestido diera el efecto de poder volar.
- ¡Sí! Y gracias, a mi también me gusta mucho. Y bien... ¿Fotos-Tuenti? - Y las dos nos sumergimos en una carcajada que equivalía a un: Obviamente, sí.
Estuvimos más o menos diez minutos haciéndonos fotos, de un lado para el otro, con muchísimas poses diferentes, y de fondos tampoco nos quedamos cortas. Pero ya era la hora de irse.
- ¡Hay que irse!
- Vale, cojo mi móvil.
- No, de éso nada. - Y le quité el móvil de la mano, lanzándolo al sofá. - Hoy es tu noche, y no quiero que nada te distraiga. Ya he hablado con tu madre, y le he dicho que estarás bien, y que no te llame. Así que, nada de móviles, nada de preocupaciones, y nada de pensar. ¡A dejarse llevar se ha dicho!
- Está bien, me dejaré llevar. - Y sonríe.
- Bueno, antes de irnos, el toque final... - Y mientras ella mostraba cara de no saber de qué hablaba, yo me dispuse a hacer lo que quería. De mi bolsillo, le había comprado una corona plateada, preciosa, con brillantes y piedras de swarovski, de una verdadera princesa; y Alba y Sandra, le habían comprado por internet una máscara veneciana, para que fuera la más bonita de toda la noche, ya que era la protagonista.
- Esto es mi regalo personal... - Dije mientras le colocaba la corona. - Perfecta.
- ¡Pero no tenías por qué...! ¡Dios santo! ¡Con el vestido era más que suficiente!
- Lo sé, pero te encanta, que yo lo sé. Y espera, hay más. - Y le di la máscara veneciana. - Esto es de parte de las chicas, deberás llevarla puesta toda la noche, hasta que no se diga lo contrario. ¿Te gustan, eh?
- Oh, son realmente bonitas... Tanto la corona, como la máscara. ¡Así normal que me sienta como una princesa! - Y se puso la máscara. - ¿Y bien?
- Guapísima. - Mientras, yo me puse la mía. - Realmente guapa. Por cierto, felicidades, pequeña princesita, casi quinceañera.
- Muchas gracias, Gis, por todo, de verdad. Gracias. - Y me abrazó.
"Impossible" de Shontelle, me anunció que alguien me llamaba al móvil.
- ¿Sí?
- ¡Gisellita, Gisellita!
- ¡Albita! ¿Estáis listas? ¡Nosotas sí!
- Sí, sí, listísimas, ya hemos pillado el Taxi, y viene hacia aquí. Está apunto de llegar. ¿Vais bajando?
- Yes, ya bajamos. Besos mil.
Y colgué.
- ¿Quién era? - Me preguntó Araceli.
- Alba, está con Sandra, abajo, nos esperan.
- Pero... aún no entiendo nada. ¿A dónde vamos?
- Ya lo verás.
Y ya estábamos abajo cuando Sandra y Alba se pusieron a silvarnos, como quien ve a dos pivones.
- Sin exagerar, que vosotras no estáis hechas un ogro, precisamente. - Dijo Araceli mientras se reía.
- ¡Eh, en serio! ¡Hoy vamos todas muy, muy guapas! - Gritó Sandra a los cuatro vientos.
- ¡Shhh! ¡Que la gente nos mira! - Dijo Alba. Estaba muy guapa, con su vestido amarillo. Pero a pesar de eso, le daba vergüenza sentirse observada.
- ¡Pero si tú también vas muy guapa! ¡Deberías desear que los chicos te miren! ¡Tonta! - Le repliqué.
- Sí, sí. - Y me miró de reojo intentando parecer enfadada, pero no colaba.
- ¡Taxi! ¡Aquí! - Gritó Sandra al taxista.
Subimos todas al coche, Araceli delante, y nosotras detrás.
- Intentamos alquilar una limusina Ara... Pero no había presupuesto. - Bromeó Alba, y todas reímos.
- ¡Ja, ja, ja! No pasa nada, esto no está tan mal. - El taxista también reía. - Por cierto, Alba, Sandra; muchas gracias por la máscara, es preciosa.
- ¡De nada! ¡De la auténtica Venecia! O eso creemos... - Y otra vez, todas reímos.










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